16 de Abril de 2665. Sistema Krebain. Planeta K-4, nombre en clave "Midgard". 12:03 (hora terrestre)
Se trataba de la mayor ofensiva militar que la Confederación llevaba a cabo desde los tiempos del Conflicto Colonial. El despliegue de fuerzas iba a ser muy grande, una autentica demostración del poderío militar del bando humano, hecho para amedrentar a un enemigo que hasta ahora parecía imparable. Se contabilizaron más de ciento cincuenta mil soldados de Infantería Básica, más cincuenta mil procedentes de las Brigadas, a modo de apoyo. Diez mil vehículos, entre acorazados de transporte, jeeps, buggies de exploración, motos aerodeslizadores, tanques y tanquetas y vehículos anfibios o hovercrafts. También había naves de transporte clase Buitre, naves de combate Cernícalo, helicópteros Albatros y aerotransportes clase Cóndor, que desplegaban vehículos y tropas de infantería. Todo aquel efectivo preparado para lanzar un gran ataque contra la segunda colonia más importante del Linaje Congelado. Una gran operación, de una escala hasta ahora inimaginable, que necesitaba de un nombre que mostrara el poderío de la acometida. Uno que impusiera. Así, fue como se le llamó Operación Tormenta de Espadas.
El cielo de Midgard fue desgarrado por un poderoso quejido. Un sonido de tambores de guerra, de trompetas de batalla, de anuncio de conflicto inminente. Del sonido de propulsores y motores. Un ensordecedor coro de ecos que acompañaba al desembarco de las fuerzas de la CNAT en la helada superficie del planeta helado. Naves rectangulares de color verde añil clase Buitre, con el morro en punta, descendían del cielo. En su bajada, iban acompañadas por naves el doble de grandes que ellas pero de la misma forma y color. Se trataban de aerotransportes clase Cóndor, en cuyo interior albergaban vehículos y batallones de combate. En cuanto las naves tomaron tierra, las compuertas se abrieron y una miríada de mujeres y hombres, ataviados con trajes militares de color blanco y cascos color gris, descendieron. Los soldados de Infantería Básica se desplegaron por el terreno, asegurándose de que no hallarían fuerzas enemigas. Enseguida, estos comenzaron a organizarse en las distintas compañías que correspondían a cada una. En total veinte compañías quedaron organizadas, compuestas cada una por doscientos soldados, lideradas por su propio capitán que dejaba cada escuadrón a cargo de un sargento. Una vez las compañías habían quedado conformadas, una nave Buitre color gris plateada descendió del cielo. Esta era diferente a las otras por una simple razón: en su interior venia el líder de campo de la operación, el coronel Thomas Maddox. Una vez tomó tierra, la nave abrió su compuerta y de su interior salió un hombre de un metro sesenta y nueve de estatura, cuerpo liviano pero de complexión fuerte, aunque de andar algo cojo. Su cara estaba surcada de algunas arrugas, algo evidente a sus sesenta y tres años de edad, además de dos cicatrices, una recorriendo su frente y otra serpenteando por su mejilla derecha. Se dirigió al centro, donde dos oficiales de Infantería Básica le hicieron el saludo militar. Lo mismo hizo el resto de soldados, que quedaron rectos y enhiestos en formación. Tras esto, el coronel de Infantería Básica se dirigió al ejército que tenía a su alrededor.
—Soldados, escuchadme atentamente. —Tomó una pequeña pausa— No voy a andarme con largos y aburridos discursos para hablaros sobre el honor y lealtad hacia la Confederación, la Infantería Básica y la Tierra. Tampoco sobre vuestro valor y determinación a la hora de luchar por vuestras familias y vuestro planeta, al que tanto amor profesáis. No, eso se lo dejo a los altos cargos del Mando Central. Yo lo único que quiero deciros, es que estamos en territorio enemigo, lejos de cualquier ayuda que puedan darnos. Este es un lugar peligroso, no solo por los Gélidos que se mueven como pez en el agua por estos parajes helados, sino por el clima y el ambiente hostil. ¡Y de nosotros depende que la operación se lleve a cabo! —Dio otra pausa para respirar. Se estaba quedando sin aire —No hemos sacrificado una flota entera de naves que en estos momentos estará distrayendo a los Inmortales para cagarla justo ahora. Por eso, quiero veros al máximo de vuestras capacidades. Esta campaña es muy importante para la Confederación y no pienso engañaros, va a ser más dura de lo que muchos pensáis. Pero he sobrevivido a suficientes mierdas como para saber que si trabajamos duros, demostraremos a esos cabrones de la Xeno-Alianza que sabemos patear bien sus culos extraterrestres.
Maddox se hacía respetar. A su rostro decorado por sus cicatrices que mostraban el gran guerrero que fue, se unía su poderosa y fuerte voz además de su gran capacidad para recitar grandes discursos. Daba honor a su gran figura militar, tal como mostraban las tres medallas que tenía en la parte izquierda de su pecho. Una circular azul oscura, al valor por combate en el frente. Otra, roja escarlata en forma de rombo, por herido en acto de servicio, y otra verde claro hexagonal, por sus grandes contribuciones estratégicas a todas las ofensivas militares.
—Muy bien dijo mientras miraba a todos los soldados que le rodeaban —Es hora de establecer el campamento. Así que, ¡Adelante!
Todos iniciaron la marcha. Maddox y los dos oficiales de Infantería Básica, junto con un escuadrón de 5 soldados para proteger al coronel, encabezaban el convoy militar. Detrás de ellos, 2 compañías, seguidas por otras, avanzaban bajo el estricto mando de sus respectivos capitanes. Mientras tanto, los aerotransportes Cóndor abrían sus compuertas para dejar salir los vehículos. Acorazados de 8 ruedas, tanques de asalto, seguidos por tanquetas araña con seis patas largas y delgadas, levantaban polvaredas de nieve al avanzar. Las motos aerodeslizadores y los buggies, salían rápido para ponerse en cabeza, y servir como fuerza de reconocimiento del terreno. Poco a poco, aquellas fuerzas irían al Punto Alfa, lugar donde se establecerían una de las tres bases de operaciones. Ellos serían la primera oleada de fuerzas desplegadas en Midgard. Una vez establecidos, más personal militar y vehículos serian movilizados como parte del contingente y se establecerían en las otras bases. Así, daba inicio la fundamental Operación Tormenta de Espadas.
16 de Abril de 2665. Sistema Krebain. Planeta K-4, nombre en clave "Midgard". 12:31 (hora terrestre).
Dos hombres descendieron de un Buitre junto con la segunda oleada de soldados que vino tras el desembarco inicial. Uno de ellos se frotaba con vehemencia las manos, intentando calentarlas en vana desesperación.
—Joder, nadie me dijo que este planetucho iba a estar tan helado —comentó Ezekiel Ralston, mientras intentaba entrar en calor frotándose.
—Te dije que te trajeses el chaleco térmico —dijo con cierta sorna su compañero Kyle Sandler.
Ezekiel Ralston y Kyle Sandler eran dos jóvenes procedentes de la Tierra que acababan de alistarse en las fuerzas de Infantería Básica. Su intención, al igual que muchos otros, es defender a la Tierra del malvado enemigo alienígena, la Xeno-Alianza. Ese poderoso trío de especies extraterrestres cuya avanzada tecnología y poderío estaban aniquilando a la especie humana. La propaganda, tanto por la publicidad, los videojuegos y la Infrared logró llamar la atención de los jóvenes, que fascinados por la figura del ejército y exaltados por los comunicados donde se mostraban las heroicas hazañas de los valientes soldados humanos salvando las vidas de inocentes colonos y aplastando al inmisericorde enemigo, provocó un alistamiento masivo en las fuerzas armadas. Aunque muchos preferían las Brigadas, donde eran destinados a la cómoda posición de defender una colonia, no fueron pocos los que acabaron metidos en la Infantería Básica, dada la fama que precedía a esta facción del ejército.
Pero Ezekiel Ralston lo hacía por algo más que por patriotismo o promesas de acción. En su caso había un acto más noble, o al menos así era como lo quería ver. Ezekiel quería ayudar a su familia. Había oído que aquellas familias con hijos alistados en el ejército recibían por parte del gobierno una compensación económica como premio por contribuir al bien de la Confederación, legando a su descendencia a servir en sus fuerzas armadas. Y eligió la Infantería Básica, ya que uno de sus más lejanos antepasados, Christopher Ralston, fue uno de los primeros soldados en servir en tan ilustre división, durante el Conflicto Colonial. Una figura a la que admiraba, y de algún modo, quería rendirle homenaje de este modo.
Ambos compañeros caminaron hacia uno de los jeeps. En uno de ellos, un joven de aspecto asiático estaba intentando reparar el motor del vehículo, estropeado al forzarlo demasiado.
—Que, ¿funciona? —preguntó Sandler, aunque con intención más de fastidiar que de ayudar.
El muchacho, Ryo Takahashi, los observó a ambos a través de las gruesas gafas de ingeniero de reparación con cara de pocos amigos. Takahashi era un ingeniero de mecánica que acababa de salir de la universidad y que se había alistado para llenar su curriculum de cara a acceder a mejores puestos de trabajo. Dejó a un lado el pequeño soplete, del cual salía una pequeña llama naranja, y se levantó, quitándose las gafas.
—Pues lo cierto, es que no —comentó mientras se quitaba las gafas—. Algún idiota le ha pisado tan fuerte que ha recalentado el motor y se ha cargado una de las válvulas. Ahora, tendremos que esperar a que nos den una para cambiarla.
—O sea, que no podremos ir motorizados al campamento —dijo algo molesto Sandler.
—Pues no —le sentenció Takahashi—. Mejor vais a pie, que para algo hicisteis la puta instrucción como yo.
Kyle y Ezekiel se marcharon de allí, con Sandler sin parar de quejarse de Takahashi.
—¡Puto Ryo! —Maldijo para sus adentros—. Ese cabrón no daría el brazo a torcer ni aunque fuésemos un par de tías buenas.
Ezekiel le otorgó una mirada de sorpresa ante su afirmación. Sandler le replicó.
—¡Vamos hombre, sabes que es cierto! —Extendió los brazos para enfatizar su rabia— No le interesa más que él, los demás solo somos unos estorbos.
—¡Que pasa Sandler! —dijo una voz femenina a sus espaldas— Ya estás cabreado porque tienes que ir a pata hasta la base.
Se dieron la vuelta y vieron a una chica joven, un poco más baja que ellos dos pero mucho más atlética, andando hacia donde estaban. La muchacha tenía una mochila colgando de su espalda, y entre sus manos sostenía un fusil de asalto Víbora Tipo 9. Era color gris plateada claro, con el tubo del cañón fino y una mira laser de color rojo. La chica se acercó a Sandler, mirándole fijamente con sus ojos color verde claro. Se quedaron así por un pequeño instante.
—Cruz, ¡qué alegría verte! —exclamó Kyle con una bobalicona sonrisa en su cara— Creo que con tu compañía, la caminata será más placentera.
—Claro Sandler, en eso mismo pensaba yo. —Sus ojos color verde claro se iluminaron al mismo tiempo que ella también sonreía— No hay algo que este deseando más que eso.
Miranda Cruz, con 1'65 m de altura, 63 kg de peso y un rostro infantil y tierno, podría parecer una chica vulnerable y frágil, de esas que pedirían ayuda y serían rescatadas por príncipes azules. Pero ella era más de lo que aparentaba. Sin apenas inmutarse, clavó su rodilla en la entrepierna de Sandler. Ezekiel apartó la vista para no asistir a tan vergonzosa escena. Su amigo estaba rodando por el suelo, aullando de dolor mientras sus manos se colocaban en la zona afectada, una zona muy comprometida para cualquier hombre. Tras esto, Miranda recogió del suelo la mochila y el fusil que había dejado para golpear a su compañero y continuó andando.
—Me alegra ver que el vuelo interestelar no te ha afectado Zeke —dijo al compungido Ralston, que solo podía mantener la cabeza gacha ante tan vergonzosa escena—. Espero que te lo pases bien con este idiota.
Con esfuerzo, llevó a Kyle hasta uno de los Cóndor. Allí debían recoger sus pertenencias, en este caso, armamento, herramientas y provisiones. Todo estaba metido en una mochila, excepto el arma principal.
Ezekiel observó en sus manos el arma que tenía, un fusil de asalto Sable Marca 3. Un calibre 24 con cargadores de 24 balas, provisto de un visor de color verde en la mira. Era alargada, de color negro ocre, con el cañón alargado y la culata terminada en un Angulo recto de 45 grados. Notó la fría dureza del metal y el austero tacto del plástico. Era un arma imponente y poderosa, y con ella, se sentía fuerte y hasta casi invencible.
—¡Joder con Cruz! —farfulló Sandler sentado mientras soltaba un gemido de dolor al cruzar sus piernas— Es dura como un peñón, pero sé que a esa chica la tengo loquita, ¿verdad?
Esa pregunta le pilló por sorpresa a Ezekiel. ¿Realmente debía decir algo tras lo que había visto? Sabía que Kyle siempre se las daba de Don Juan, pero lo cierto es que no era tan ligón como aparentaba y desde luego, lo que había pasado con Miranda no era ningún avance por su parte. La atracción que ella podía sentir por él, era la misma que podría sentir por una babosa de Lassendorf. Ninguna.
—Que, ¿vas a decir algo o te vas a quedar callado? —le inquirió Sandler impaciente.
—¡Y yo que se Kyle!— respondió Ezekiel nervioso— Tú sabrás, eres quien quiere liarse con ella, no yo.
— ¡Ah! Lo había olvidado— dijo burlón Kyle—, estoy hablando con el experto que a sus veinte años solo se ha liado con una y de pura chiripa.
Ezekiel le lanzó una mirada de enojo a Kyle
—Anda, recoge tu paquete y vamos, tenemos una larga caminata— le contestó a su amigo con poca animosidad.
— ¡Estás loco!— le comentó malhumorado Kyle. ¡Me ha dejado los huevos hechos puré! Si empiezo a andar, se me quebraran del todo.
Arrojó la mochila a sus pies. Con completa indiferencia, Ezekiel comenzó a andar. Atrás Kyle no paraba de renegar. Los dos se pusieron en marcha y llegaron al grupo de soldados agrupados. Otros muchos grupos había conformados por toda la zona de aterrizaje.
Delante del grupo al que Ezekiel y Kyle habían acudido se encontraba un oficial con gorra y un traje de color blanco parecido al de los demás, excepto porque tenía unas placas de metal cubriendo sus hombros, piernas y pecho. Era el capitán Abdoulayye Oliveira, un hombre alto de ascendencia brasileña-sudanés que parecía dirigir al grupo. Era alto, tenía la piel negra y los ojos de color marrón oscuro, como los de la tierra recién mojada por la lluvia. Su mirada desprendía fuerza y valor pero también, liderazgo y autoridad. El hombre intimidaba a los jóvenes reclutas con su pose recta y sin inercia, quienes lo contemplaban en silencio. Ezekiel y Kyle se abrieron paso entre los soldados hasta colocarse justo delante, para ver mejor al capitán. A su lado, Zeke vió a Cruz, que parecía impaciente porque el capitán Oliveira dijera algo.
—¡Muy bien soldados! —dijo con voz ronca— No os entretendré mucho. Soy el capitán Abdoul Oliveira. Algunos ya me conocen. Otros no habrán oído hablar de mí en su puta vida. Pero que os quede bien claro una cosa, soy el líder de esta compañía. Toda orden dada vendrá de mí, vosotros haréis caso y aquel que la contradiga debe tener una buena razón para haberlo echo, porque si no la tiene, le cortaré un dedo. Con mi cuchillo. —Y agarrándola del cinto que tenía atado a su pecho, les mostró a los soldados un gran puñal largo y afilado. Ezekiel y el resto de los allí presentes no se sentían muy cómodos— Así que eso es todo. Nos espera un viaje de dos horas hasta la base Omega. El clima aquí es duro y la nieve entorpecerá nuestra marcha, pero es lo que hay. —Se quedó un pequeño instante callado— Sed bienvenidos a la Compañía Lobo.
Y acto seguido, Ezekiel, Kyle, Miranda y el resto de soldados de la Compañía Lobo se pusieron en marcha. La nieve empezaba a caer de forma copiosa. Los pies de los soldados se hundían en el poco compacto suelo helado. Zeke sintió una de sus piernas hundirse en un agujero profundo. Tuvo que hacer mucha fuerza para sacarla. A su lado, Kyle se carcajeaba a mandíbula batiente, y un poco más lejos, Miranda le observó por un instante con una maliciosa sonrisa, tras lo cual emprendió la marcha. Más atrás, los sargentos hostigaban a los soldados para que aceleraran el avance, como un pastor haría con su rebaño. Y mucho más atrás, las naves seguían llegando, descargando más tropas y vehículos. La operación Tormenta de Espadas no había hecho más que comenzar.